El nuevo
grupo surrealista nació con un fuerte componente sectario, promovido en gran
parte por el propio Breton, quien desde la «ortodoxia» surrealista denunció
numerosas «desviaciones», la menor de las cuales no fue, sin embargo, su propio
intento de politizar el movimiento a raíz de su afiliación al Partido Comunista
(1927). El Segundo Manifiesto surrealista (1930) responde a la voluntad de
insertar el surrealismo en unas coordenadas políticas y revolucionarias, lo que
provocó grandes disensiones en el grupo.

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